VOLCÁN ARENAL

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Vista del volcán desde la plaza de La Fortuna

Nos ha gustado mucho Manuel Antonio pero lo abandonamos con la ilusión de ir a conocer el Volcán Arenal nuestro próximo destino. Salimos a las siete de la mañana en un interbus que por 25 euros cada uno te lleva de un hotel a otro de cualquier enclave turístico del país. No es muy conveniente tomarlos a no ser para trayectos complicados de hacer en buses públicos porque en las busetas del interbus se va bastante incómodo, son furgonetas con asientos muy pequeños y encima paran mucho para hacer las interconexiones de sus recorridos. Tardamos siete horas para doscientos cincuenta kilómetros de Manuel Antonio a la Fortuna.

Pasamos por el famoso rió Tórcoles y vimos los cocodrilos desde el autobús; paramos en Jacó y Cañas y luego rodeamos el lago Arenal hasta llegar a la Fortuna; éste pueblo es muy alegre, lleno de restaurantes y negocios pero a la vez es muy tranquilo soleado y cálido, se encuentra situado entre fincas y bosques al lado del impresionante volcán que impone su vista desde cualquier punto de la comarca. El Volcán es un cono perfecto, casi siempre tiene una nube en el cráter pero si se despeja se pueden apreciar fumarolas intermitentes de gases; sin embargo el aire es muy puro y no huele a azufre como en la zona del Volcán Poas.

El chofer del interbus nos lleva al Hotel Las Colinas, en el centro del pueblo. Lo lleva una señora y su hija, son encantadoras. El hotel nos sorprendió pues es nuevo y limpísimo, hay una terraza con vistas al volcán donde desayunamos y tomamos las cervezas. La habitación cuesta 28 euros y es muy confortable. Estamos muy a gusto en este pueblo.

El primer día comimos en el Jardín un Casado de lomito, que es un plato enorme con lomo de vaca al grill, arroz, frijoles, queso, ensalada plátano frito y verduras variadas. Es plato único y te deja satisfecho; los casados suelen costar de dos cincuenta euros a cuatro dependiendo de la categoría de la soda.

Dedicamos la tarde a pasear por el pueblo y contratar el tour del volcán y las aguas termales para el día siguiente, pagamos cuarenta y dos euros cada uno por una caminata en la ladera del volcán para ver la lava de noche más dos horas en las Termas Tabacón con cena incluida.

Cenamos en la soda La Parada, un clásico del pueblo, abierta las 24 horas del día. Tomamos Langostinos tigre al ajillo con una cerveza; aquí no tienen licencia para vender cerveza porque están a menos de cien metros de la iglesia pero al turista nos la sirven camuflada en vasos de plástico de refresco. El camarero fue muy simpático y nos explicó como pedir las cosas fuera de los locales para turistas.

La catarata desde el mirador de la Reserva Natural

Al día siguiente nos levantamos tarde, ¡a las siete! La caminata hasta la catarata del río Fortuna son cinco kilómetros de nada pero cuando llevábamos un kilómetro no podíamos más a causa del calor, el polvo y lo empinado del camino. Afortunadamente nos paró un todo terreno de unos canadienses y nos ofreció llevarnos, menos mal porque si no nos hubiéramos vuelto al hotel.

Maravillas de la Naturaleza en la Reserva de la Catarata

Se pagan unos dos euros por entrar en uno de los lugares más inolvidables por su belleza en todo el mundo.
Es alucinante el lugar, maravilloso, un circo de selva cerrada exuberante por el que hay que descender por una escalera de seiscientos metros de profundidad. La Catarata forma una laguna donde nos bañamos un buen rato en el agua fresquita. Un paraje inolvidable.

Un jacuzzi de lo más natural.

Bajamos de nuevo el camino hacia el pueblo pero ya cuesta abajo y con menos calor porque el cielo estaba más nuboso. Nadie se paró esta vez a llevarnos.

La comida de hoy fue la mejor en lo que llevamos en Costa Rica; un casado de solomillo riquísimo en el Restaurante Don Rufino, un sitio muy afamado y con mucha clientela.

A las tres de la tarde comenzamos el tour del volcán, fue un poco decepcionante por que lo más que te acercas es a dos kilómetros de la base por el lado donde cae la lava que es el opuesto al del .

(Vista del volcán en la erupción de 1997)

del pueblo.Es curioso porque la mitad de la montaña es roca viva, cenizas y deyecciones del cráter y la otra es verde y cubierta completamente de bosque. Hasta que se hace de noche se pasa el tiempo en la finca el mirador del silencio con los guías explicando curiosidades del volcán y de la botánica del lugar luego te llevan a un puente que es donde es supuestamente mejor se ve caer la lava, pero es un rollo porque está muy alejado y lleno de furgonetas de turistas que cada cinco minutos gritan y aplauden cuando hay un pequeño derrumbe de rocas de lavas incandescentes, sólo se ven puntos rojos en la lejanía y eso teniendo suerte. No nos impresionó en absoluto.

Lagunas sulfurosas en las laderas del volcán

Las Termas Tabacón si fueron una gozada, es un recinto que abarca un tramo de río que baja lleno de agua a cuarenta o cincuenta grados; han formado lagos, pozas y cascadas en medio de unos jardines preciosos. La atmósfera de noche es muy especial, está iluminado de manera muy tenue y el vapor del agua que se desprende de los pozos lo envuelve todo. La verdad es que pocos minutos se aguanta en el agua pero se pasa el rato probando las diferentes rocas y cascadas del río. Cenamos en el buffet de las termas; mucho lujo y nada especial en cuanto a la comida, iba todo incluido en el precio pero tenías extras hasta por el agua mineral. Es curioso porque había que pagar el agua y entraba gratis los zumos de piña, mango o naranja. No dejó de llover en toda la tarde pero dentro del agua ni se nota, sólo que las toallas en vez de secar empapaban más aún el cuerpo.

Las Termas pertenecen al Hotel Tabacón y sus huéspedes pueden pasar gratis, claro que previamente pagas doscientos euros por la habitación.

Heliconia,muy común en todo el país.

23 de Febrero

Hoy toca viajar a San José de nuevo pero antes vamos hacer una actividad de lo más esperado del viaje: el canopy tour. Esa misma mañana no lo vende la señora del hotel por veintiocho euros cada uno y a las ocho vienen a buscarnos para llevarnos a la finca donde lo hacen. Vamos seis personas, nosotros dos, dos chicas croatas que hablan bien español y con las que nos intercambiamos los emails para enviarnos fotos, y una pareja franco magrebí más reservada. Una de las croatas era algo gruesa y lo pasó fatal, estuvo a punto de abandonar llorando, luego contaré la razón.

Había que subir por la montaña durante media hora, ellos fueron a caballo y nosotros optamos por el tractor porque ya conocemos la experiencia de cabalgar en climas cálidos, el sudor produce escoceduras entre las piernas y en los traseros sensibles como los nuestros.

El canopy consiste en deslizarse por unos cables de acero de cincuenta a trescientos metros de longitud tendidos desde plataformas instaladas en las copas de los árboles. La velocidad depende de la inclinación del cable y del peso con el que se lanza, al final del cable tienes que ir frenando y si te pasas de frenada te quedas a mitad de trayecto y tienes que jalarte tirando de brazos hasta el final, esto nos pasó a Rafa y a mí en un cable, o bien ir el monitor a buscarte y arrastrarte tirando de ti , que fue lo que le pasó a la pobre croata varias veces pues su peso la aceleraba mucho y ella muerta de miedo frenaba a tope. Le daba apuro como sudaba el monitor arrastrándola hasta el final y sólo sabía repetir gimiendo ¡Cómo puede ayudarte!. La altura por la que te deslizas es de unos sesenta y cinco metros y si el cable atraviesa una vaguada la impresión es tremenda. La seguridad es total pues siempre llevas el arnés enganchado y los chicos parecen muy expertos. Una experiencia muy intensa, la pena es que sólo hicimos nueve cables, quizás lo repitamos en otro sitio pues es una actividad que la hay en todo el país.


El camino de vuelta lo hicimos en quad detrás del caballo del monitor que iba colina abajo al galope, apenas lo podíamos seguir.

Dejamos La Fortuna en el bus de las 12:45 en vez de esperar al de las 14:45 que nos había recomendado la señora del hotel, ¡Gran error! Pues era un bus corriente que para en cada cruce, iba abarrotado con gente de pie en el pasillo y tardamos cinco horas en hacer ciento cincuenta kilómetros. Llegamos hechos polvo al Hotel Barceló Palma Real en San José, cerca del aeropuerto doméstico de Tobías Bolaños desde donde teníamos que volar mañana a las 6:30 hacia Tortuguero.

¡Otra vez a disfrutar de esas maravillosas camas americanas king size!.


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